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viernes, 6 de noviembre de 2009

CALLE DEL AGUA O LA VICTORIA DE LA TENACIDAD III PARTE


Hace ahora año y medio que nos unimos tres supervivientes de Calle del Agua, tres mujeres, Pilar Bugella, secretaria; Ana María Olmedo, tesorera; y yo como presidenta, reiniciando la andadura de la asociación, acompañadas de un hombre como vicepresidente, Jesús González Rodríguez; con nuevos estatutos, con muchas ganas y con similares objetivos. Bien es cierto que la revista se ha convertido en el principal y hemos añadido uno más, la Colección Literaria “Calle del Agua”, que dará comienzo en breve ya que esperan, junto a tres autores, tres títulos: Hojas de Parra, De Dios y de su falta y Lo absurdo y la desesperanza.


La decepción que supuso la pérdida de la asociación y el problema que originó la negativa inesperada –con la revista número siete acabada, y no antes, como hubiera sido lo justo- trajeron consecuencias que hundió a los directivos en una depresión de aúpa. Primero, la parte social del tema, estábamos endeudados y tuvimos que vender nuestro pequeño patrimonio para pagar la edición en imprenta. Aún así, el dinero no llegaba y no pudimos saldar la deuda, a pesar de que puse dinero de mi propio bolsillo. Debo agradecerle al director de la imprenta que nos condonara parte de la deuda, favor por el que estoy eternamente agradecida. Claro, ahora volvemos a trabajar con ellos, como era lógico y de justicia. Segundo, mi drama familiar, tan doloroso como pueden imaginar cualquiera que tenga corazón y sea madre, padre, o simplemente humano, con la pérdida de mi hijo mayor en accidente; la pérdida, aunque más natural, igualmente dolorosa, de mi madre, puntal de la asociación; la falta de trabajo remunerado, ya que soy parada de larga duración, y el completo olvido de la mayoría de compañeros del colectivo, dejó sin fuerzas mi liderazgo y, por consiguiente, sin motor al colectivo.

El tiempo, ese aliado que nos traiciona tan dulcemente que casi no lo notamos, el aplacador de humos, el cierraheridas, nos pone a ras del mundo y nos da perspectivas insospechadas. Nadie puede con él, es terrible y a la vez generoso y justo. Si no nos mata, nos deja más lúcidos –o nos lleva al estado primario, vegetativo, “aidoiano”, que diría algún@ progre, un@ de es@s que se ven que no tienen ni trece semanas y media de talento, que niegan tener alma y puede que hasta sea verdad que no la tengan; o al estado divino, que diríamos los viejos que todavía buscamos la cara de Dios en los jazmines. Pues eso, el tiempo nos devuelve el alma, rota pero santificada y clara como un espejo, ay, baño de las lágrimas, que la pena aminora sin quitarle ni un punto.



Y el tiempo me dice que ya es la hora de volver al punto de reinicio, y de decir: ¡Pelillos a la mar! Que las raspas gordas y las espinas de pico ya no me asustan, que, los políticos, menos –ellos tienen diarrea, como todo bicho viviente, y me los imagino con los mismos palominos que cualquiera- porque ahora lo único que me asusta de verdad es que los gatos hablaran español y que me parta un rayo cualquiera, lo demás “pecata minuta”.


Y el tiempo, por fin, trae la gran noticia: Calle del Agua 8 está en la imprenta. Que cuatro años no son nada para una ilusión tan grande. Y, aunque las piedras esperan para hacernos tropezar, las alas que nos regala el deber cumplido hacen de nosotros y de nuestra publicación un ente infranqueable.

Mañana continúo.
Saludos.
Mariví Verdú

*Os juro de verdad que es la primera vez que escribo @ con tan mal gusto y tan mal usada.

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