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domingo, 31 de julio de 2011

FESTIVAL DE VVA. DE LA CONCEPCIÓN. HOMENAJE A AGUSTÍN JIMÉNEZ

El pasado sábado, día 30 de Julio, en Vva. de la Concepción, se celebró el XXXI Festival de Verdiales "Villa del Torcal".



"En su amor nos sentiremos
unidos y acompañados
que es Agustín en la Fiesta
lazo de cielo bordado".

M. Verdú


Invitada por José Conejo, organizador del festival, como presidenta de Calle del Agua y a título personal como amiga del homenajeado, acompañada de Manuel Ibáñez, autor del precioso cartel del evento, a quien agradezco que incluyera, una vez más, una letrilla mía por verdial,  acudí al Festival de Verdiales "Villa del Torcal". El motivo era que durante el transcurso de este festival, que alcanza ya su trigésima primera edición, se honraba la memoria de nuestro querido Agustín Jiménez Martín, recientemente fallecido, en un emotivo acto en el que intervinieron José María Cuenca, en nombre de la Federación de Verdiales, José Gómez Santiago, presidente de la misma, el flamante alcalde de Vva. de la Concepción, Gonzalo Sánchez Hoyos, una hija de José Salazar, componente de la fiesta del Coto Tres Hermanas, y Mari Ángeles Pérez, la que fuera su esposa, que dió las gracias por tan entrañable homenaje y por el cariño demostrado por todos los presentes y por el apoyo moral que ella está recibiendo de todo el mundo verdialero. Agradezco mucho el haber podido estado presente.

Agustín Jiménez Martín nace en Málaga, en la calle Hermanos Oliver, en Fuente Olletas, el 23 de Octubre de 1947. Hijo de Agustín y María José, fue el mayor de cinco hermanos. Por aquellos tiempos en que Málaga era pequeña y cercana, casi familiar, Agustín observaba el trasiego de hombres y mujeres que bajaban por aquella maravillosa carretera de los Montes de Málaga, la emigración de tantos y tantos campesinos y entre ellos los fiesteros, por quien acabaría teniendo total devoción. Él pudo coger amistad con los Romero, en los que me honro por la raíz que nos une; los de Povea, todos... Su padre, violinista, tocaba de una manera clásica y fue su violín el regaló que le hizo su hijo, adentrándose Agustín en la fiesta por amor, como lo hizo todo en esta vida.

Los que han paseado un domingo a las doce del mediodía por el margen derecho del  Parque de Málaga, el más cercano al mar, habrán podido escuchar una panda de verdiales, la más genuina expresión musical malagueña, y habrá sido delante de una preciosa escultura realizada en bronce por Miguel García Navas. “El Fiestero”, que así se bautizó, se realizó a pocos metros de la casa natal de Agustín, en la Calle Hermanos Oliver, ya que  ambos eran vecinos. Tanto la Fiesta en el Parque como la idea de perpetuar en una obra de arte el sentimiento de la Fiesta fueron de nuestro querido Agustín Jiménez.
Agustín sufrió de niño la poliomielitis, junto a uno de sus hermanos. Esta enfermedad le  dejaría secuelas. Afectado de la parte superior del cuerpo, su tórax quedó delicado por lo que años más tarde, estaba recién casado- sufrió una neumonía y ésta última que se ha llevado su vida treinta años después.


Ausente de Málaga durante varios años, ya que se fue a Madrid a estudiar la carrera de ingeniería aeronáutica, venía todas las Navidades y era en la Venta del Túnel donde echaba su mejor rato. Pronto conocería a Mari Ángeles Pérez Padilla, la que sería su mujer. Fue  por mediación de un amigo de la familia llamado Gerardo. Con el fin de entrar en la Orquesta Nacional, Mari Ángeles perfeccionaba violonchelo en Madrid tras finalizar los estudios en el Conservatorio de Málaga. Tenía veinte años y fue a la altura de la Estación del Chorro cuando se vieron. Un flechazo la mar de malagueño. Un amor para toda la vida.


Mientras fueron novios no había muchos verdiales en Málaga pero ellos aparecían con sus mochilas por la Venta Las Ánimas, con la tortilla y la ensaladilla de bacalao, buscando la fiesta. Y así se fue aficionando Mari Ángeles también. Asistían a las charlas que sobre verdiales daba Manolo Jiménez Bravo, el que fuera presidente de la Peña Juan Breva en un momento de gran prestigio de la entidad y de una afición espléndida.  Marisol, la que fuera secretaria por entonces de la entidad, les invitó a hacer unos cursos de baile. Estaba recién creada la Panda Santo Pitar, recién muerto Adolfo Romero y fueron sus hijas, Mariló y Carmen, las que le enseñaron muchísimo. Así se fueron animando a lo que hoy ha llegado a ser una pasión. Aún no existía la Peña Los Verdiales.

Mari Ángeles y Agustín iban a Jeva, a Comares, a las ermitas y no faltaron nunca a la noche de San Juan de Cárdenas -fiesta que recuperó Agustín junto a Manolo Jimenez Bravo- ni se perdían las rifas, para lo que Mari Ángeles guardaba dinero todo el año. Tenía una hucha adonde echaba monedas de quinientas pesetas para después pagar la fiesta de Cinco Rales o de Medina... Llevan ya más de siete lustros en la fiesta, toda una vida.

¿Quién no conoce a Agustín y a Mari Ángeles en el mundo fiestero? ¿Quién no les asocia con en cualquier entidad cultural o benéfica? Agustín ha contribuido moral y económicamente con muchas asociaciones. Ha sido un ser desinteresado y generoso, no quería más que paz. Nunca se sintió cómodo ante peleas o discusiones, no veía a nadie malo, no tenía más que respeto por los demás, humildad y un buen corazón que no le cabía en el pecho.  Y es que, hablando de virtudes,  Agustín las tenía todas.

Fueron sus últimas palabras una serie de recomendaciones y peticiones a Mari Ángeles que todos vosotros debéis saber, para vuestra tranquilidad y respaldo infinito. Porque Agustín, tan malito como estaba, sabiendo que su cuerpo no resistía ya, internado en la UVI, le decía a su mujer :

No abandones a la Fiesta ni a los fiesteros.
No dejes de ir al Parque, de seguir organizando el Parque.
No dejes la Escuela de Verdiales.

Por eso...¡No estamos solos!

A mí  me cupo el honor de organizar en su nombre el último encuentro en Cárdenas, la noche de San Juan más recogida y triste, esperando el milagro que le devolviera la salud. Bien lo sabe Dios que uno de los papeles que tiré al fuego llevaba esa petición con mi cariño adentro. Pero no pudo ser. Y algunos días más tarde, exactamente la mañana del 13 de Julio, su corazón se paró y todos nos quedamos llorando. Y entre lágrimas, para su funeral, escribí estos versos:

A AGUSTÍN JIMÉNEZ MARTÍN, IN MEMORIAM

Estos versos que hoy les digo
tienen tristeza en la voz,
una tristeza profunda
que nace del corazón.

Es, a la par que tristeza,
deber, gratitud y honor.
El que Agustín se haya ido
será el contento de Dios.

El buen Agustín Jiménez
se nos acaba de ir,
y aunque abandonó su cuerpo
está su presencia aquí.

Mari Ángeles, mi amiga,
me ha pedido intervenir
y no sé si con palabras
podré expresar mi sentir.

Se ha marchado nuestro amigo
en una tarde de sol,
y el cielo, color naranja,
tuvo un nuevo resplandor.

De luz se bañaba el monte,
y en sus faldas un pastor
miraba caer la tarde
como la miraba yo.

Y pensé: ¿qué estará viendo
que aquí no podemos ver?
¿Será un sol como un pandero
de montes? Pudiera ser.

Y le pedí que buscara
a los míos por el cielo
que seguro que encontraba
calor, abrigo y consuelo.

En un momento preciso
sentí que estaba mirando...
Estaba la luna llena
sonriéndome, observando.

El camino se hizo largo
por cerca que esté Alhaurín,
y pasó por mi cabeza
lo que no cabe decir.

Y así, con esta locura
al cementerio acudí,
gracias a mi amigo Ibáñez
por acordarse de mí.

Se contaban los presentes
por docenas y por cientos,
unos lloran, otros hablan,
acompañando y sintiendo.

Gente sencilla y con arte,
gente del mundo fiestero,
amigos y más amigos
del entorno verdialero.

Puedes estar satisfecho
mi buen amigo Agustín
que no hay persona en la Fiesta
que no se acuerde de tí.

Por tu manera de ser,
de estar, de ver y sentir,
por tu humildad de poeta,
por tu forma de vivir

El buen amigo, el padrino
solos ayer nos dejó,
se fue a la cita que todos
tenemos la obligación.

Te vamos a echar de menos,
como tú no nacen dos,
y serás para nosotros,
fuerza, esperanza y canción.

En su amor nos sentiremos
unidos y acompañados,
que es Agustín en la Fiesta
lazo de cielo bordado,

rosa blanca y espejuelo,
caracola que ha llamado
al corazón de los hombres...
Todos hemos contestado.

Agustín, brocal sonoro
será de nuestras guitarras,
eco de metal florido,
platillero de las almas,

arco iris de violines,
estrella en la noche alta
del Monte de Santo Pitar,
agua de mar y nostalgia.

Verso y candela encendida
eternamente por Cárdenas,
y estarás, mi buen amigo,
vivo en mi Calle del Agua.

Y como todas las cosas
tienen un punto final
con estos versos despido
mi humilde ceremonial.

Y me rebelo a la muerte
y no voy a terminar
sin decir que él esta vivo
y que acaba de empezar

porque la vida es recuerdo,
y el sueño siempre es real,
y la tierra es mar y cielo
               y el amor es inmortal.               

Mariví Verdú

El blog amigo que lleva Milagros "La Porverita" ha dedicado un sentido homenaje a nuestro amigo Agustín, un homenaje que podéis compartir pinchando sobre este enlace que enmarca este artículo.